El
Faraón se encontraba encerrado en su habitación intentando
relajarse y poner las ideas en su sitio, cuando al tumbarse en la
cama, se fijo que los adornos de su cómoda estaban cambiados, él
era un maniático del orden y siempre tenía todo en la misma
posición algo que sus hombres sabían y conocían las consecuencias
de tocar algo que le perteneciera. Se levantó y desde el centro de
la habitación empezó a dar vueltas sobre si mismo fijándose en
todo tipo de detalles.
Después de varios
minutos y con todos los cajones y las puertas abiertas salió de allí
llamando a los dos hombres que habían permanecido en la casa:
–¡Mohamed!
¡Abdel!
Mohamed, el más fuerte
de los dos, se presentó ante él y dijo:
–Sí,señor.
–¿Quién ha
estado en mi habitación?
–Nadie,señor.
–Te lo diré de
otra forma,alguien ha estado revolviendo en mis cosas.
Mohamed se quedó unos
segundos pensativo y extrañado hasta que recordó algo:
–Le juro por Ala,
señor, que no hemos entrado ahí pero, hay algo que no le di
importancia.
–Cuéntame.
–Esta mañana deje
unos papeles en la mesa del salón y al volver a por ellos los
encontré revueltos, pensé que había sido Abdel pero él dijo no
saber nada, no le di mayor importancia.
Jones no entendía
nada, mil preguntas aporreaban su mente ¿Quién había entrado?
¿Qué buscaba? ¿Cómo lo había hecho? Entonces la imagen de su
agenda le hizo reaccionar, corrió escaleras abajo seguido de sus
hombres hasta llegar a su despacho, abrió la puerta, fue al
escritorio y abriendo el cajón se desplomo en la silla.
Mohamed preguntó
asustado:
–¿Qué ocurre
señor?
–Ocurre que todas las
preguntas han sido respondidas y las dudas disipadas –hizo una
pausa, se levantó y cogiendo a Mohamed por el cuello siguió
diciendo– Mientras me volvía loco buscándolos, creía que mí
casa estaba bien protegida, pero resulta que no era así, al parecer
ellos han podido entrar y llevarse mí agenda porque tenía a dos
inútiles a su cuidado.
Mohamed medio ahogado y
sin respiración:
–Lo siento, señor.
–Soy yo quien lo
siente pues ya sabes qué hago con los hombres que me fallan.
En ese momento el
cuello de Mohamed dio un crujido y el hombre cayó al suelo como un
trapo viejo, El Faraón se llevó las manos a la cabeza y dijo al
resto de sus hombres.
–No me gusta hacer
estas cosas pero me obligáis a ello, traedme a Abdel.
Pasados unos minutos
dos de sus hombres entraron con Abdel y dándole un empujón lo
echaron encima del muerto,él empezó a temblar por el miedo a correr
la misma suerte de su amigo.
El Faraón le dijo:
–Te haré las
mismas preguntas que a Mohamed y por tu bien espero que tus
respuestas sean válidas.
El muchacho, joven y
delgado pero bastante alto, se quedó paralizado sin saber que estaba
ocurriendo y El Faraón le preguntó:
–¿Qué has hecho
estos días? Y recuerda que odio las mentiras.
–Vigilar la
casa,señor.
–¿Has notado algo
extraño?
–No,señor.
–Si alguien
hubiera entrado ¿lo hubieras sabido?
–Sí,señor.
Jones cogió la pistola
que había encima de la mesa y apuntando a la cabeza de Abdel dijo:
–Mientes. –No,
no señor –dijo el muchacho llorando.
–Oh, claro que
mientes, porque alguien ha entrado y ha robado la agenda delante de
vuestras narices, si hubieras estado vigilando lo habrías impedido.
Los gritos del muchacho
pidiendo clemencia retumbaban en toda la casa pero todos sabían el
destino de aquel que desobedecía, mentía o fallaba a El Faraón,
incluso el mismo muchacho conocía su sentencia, por eso ahogó sus
gritos y cerró los ojos en espera de la muerte.
...
...
Se disponían a seguir
cuando el hombre se interpuso en su camino:
–No puedo dejarles
pasar sin autorización.
Hassan sacó su pistola
y apuntó al hombre mientras decía:
–Te parece esta una
buena autorización.
–Sí,sí claro
–contestó el hombre según se apartaba.
Una tras otra fueron
atravesando las motonaves apuntando con su arma a todo aquel que
intentaba pararlo hasta llegar a la última, el Florency, donde se
dirigió detrás del mostrador de recepción y volvió a apuntar de
nuevo al muchacho que se encontraba allí mientras decía:
–Si aprecias tu
vida responderás a mis preguntas.
El muchacho tembloroso
contestó:
–Sí señor sí.
–¿Vinieron ayer
cuatro personas nuevas?
–Sí,bueno,eran
amigos de uno de los guías, se les dejó una habitación sin
registrarse para que se ducharan un poco antes de salir a Abu-Simbel.
–¿Había un
egipcio entre ellos?
–Sí, así es.
–Y las chicas
¿Escuchaste el nombre de alguna?
–Raquel, a una la
llamaron Raquel.
–Muchas gracias
amigo, veo que aprecias tu vida.
Nosotros llevábamos
varios minutos parados a las afueras de las cuidad en espera de la
caravana, algo que conseguía impacientarnos pues nuestras mentes, o
por lo menos la mía, estaban más tranquilas si nos alejábamos de
allí. Por suerte no tardó mucho en llegar e incorporarnos a ella.
Hassan y sus hombres
dejaron atrás al muchacho, sudoroso por el miedo, y fueron en busca
de El Faraón. Cuando estaban llegando al jeep Jones apareció en el
suyo conducido por él mismo, señal de estar desesperado, paró al
lado de Hassan y le dijo bajándose:
–Dime que tienes
algo o arrasaré la ciudad hasta encontrarlos.
Hassan dijo:
–Ahora iba a
buscarle para darle las nuevas noticias señor.
–¿Los habéis
encontrado?
–Más o menos.
–Explícate.
–Estaban
escondidos en las motonaves como turistas, pero ya han salido de la
ciudad.
–¿¿Qué??
–Espere señor,
sabemos dónde van...
...
...
Mientras El Faraón
venía de camino con todos sus hombres repartidos en cuatro jeep
además del suyo, nosotros ya estábamos dentro del complejo de
Abu-Simbel e íbamos rodeando, lo que parecían dos montañas, a
marchas forzadas y prácticamente corriendo detrás de Ali y de los
guías de otros grupos, todos con la misma obsesión, ver el amanecer
en el lago Nasser. Llegamos a la valla que daba al lago y sin
percatarnos ninguno que teníamos detrás nos quedamos embobados con
aquel hermoso amanecer reflejado en el agua, a través de susurros le
dije a Ali:
–Vaya, tenías
razón es hermoso.
–Ah pero no era
esto a lo que me refería –Contestó Ali.
–Ah no –dije.
Luis se dio la vuelta y
quedándose paralizado dijo:
–Oh, es increíble.
Ali con una sonrisa
dijo:
–A eso me refería.
–Al mirar a Luis
vi en su cara una expresión de sorpresa y admiración a la vez que
le mantenía, al igual que todo aquel que se volvía, con la boca
abierta y los ojos a punto de salirse de sus órbitas. Cuando ves a
alguien con esa expresión tu reacción es ver qué está mirando y
así lo hice. Mi corazón se paralizó unas décimas de segundo y un
escalofrió recorrió todo mi cuerpo, con la piel de gallina y los
ojos encharcados de lagrimas contemplaba aquello sabiendo que nunca
olvidaría aquella sensación, al ver por primera vez el gran templo
de Ramses II iluminado por el sol naciente que lo hacía más
espectacular aún. No estábamos seguros si había sido por verlo
repentinamente o por su hermosura, pero todos quedamos maravillados.
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