domingo, 18 de mayo de 2014

Fragmento de El sueño de Egipto

    El Faraón se encontraba encerrado en su habitación intentando relajarse y poner las ideas en su sitio, cuando al tumbarse en la cama, se fijo que los adornos de su cómoda estaban cambiados, él era un maniático del orden y siempre tenía todo en la misma posición algo que sus hombres sabían y conocían las consecuencias de tocar algo que le perteneciera. Se levantó y desde el centro de la habitación empezó a dar vueltas sobre si mismo fijándose en todo tipo de detalles.
    Después de varios minutos y con todos los cajones y las puertas abiertas salió de allí llamando a los dos hombres que habían permanecido en la casa:
       –¡Mohamed! ¡Abdel!
    Mohamed, el más fuerte de los dos, se presentó ante él y dijo:
       –Sí,señor.
       –¿Quién ha estado en mi habitación?
       –Nadie,señor.
       –Te lo diré de otra forma,alguien ha estado revolviendo en mis cosas.
    Mohamed se quedó unos segundos pensativo y extrañado hasta que recordó algo:
       –Le juro por Ala, señor, que no hemos entrado ahí pero, hay algo que no le di importancia.
       –Cuéntame.
       –Esta mañana deje unos papeles en la mesa del salón y al volver a por ellos los encontré revueltos, pensé que había sido Abdel pero él dijo no saber nada, no le di mayor importancia.
    Jones no entendía nada, mil preguntas aporreaban su mente ¿Quién había entrado? ¿Qué buscaba? ¿Cómo lo había hecho? Entonces la imagen de su agenda le hizo reaccionar, corrió escaleras abajo seguido de sus hombres hasta llegar a su despacho, abrió la puerta, fue al escritorio y abriendo el cajón se desplomo en la silla.
    Mohamed preguntó asustado:
       –¿Qué ocurre señor?
       –Ocurre que todas las preguntas han sido respondidas y las dudas disipadas –hizo una pausa, se levantó y cogiendo a Mohamed por el cuello siguió diciendo– Mientras me volvía loco buscándolos, creía que mí casa estaba bien protegida, pero resulta que no era así, al parecer ellos han podido entrar y llevarse mí agenda porque tenía a dos inútiles a su cuidado.
    Mohamed medio ahogado y sin respiración:
       –Lo siento, señor.
       –Soy yo quien lo siente pues ya sabes qué hago con los hombres que me fallan.
    En ese momento el cuello de Mohamed dio un crujido y el hombre cayó al suelo como un trapo viejo, El Faraón se llevó las manos a la cabeza y dijo al resto de sus hombres.
       –No me gusta hacer estas cosas pero me obligáis a ello, traedme a Abdel.
    Pasados unos minutos dos de sus hombres entraron con Abdel y dándole un empujón lo echaron encima del muerto,él empezó a temblar por el miedo a correr la misma suerte de su amigo.
    El Faraón le dijo:
       –Te haré las mismas preguntas que a Mohamed y por tu bien espero que tus respuestas sean válidas.
    El muchacho, joven y delgado pero bastante alto, se quedó paralizado sin saber que estaba ocurriendo y  El Faraón le preguntó:
       –¿Qué has hecho estos días? Y recuerda que odio las mentiras.
       –Vigilar la casa,señor.
       –¿Has notado algo extraño?
       –No,señor.
       –Si alguien hubiera entrado ¿lo hubieras sabido?
       –Sí,señor.
    Jones cogió la pistola que había encima de la mesa y apuntando a la cabeza de Abdel dijo:
       –Mientes. –No, no señor –dijo el muchacho llorando.
       –Oh, claro que mientes, porque alguien ha entrado y ha robado la agenda delante de vuestras narices, si hubieras estado vigilando lo habrías impedido.
    Los gritos del muchacho pidiendo clemencia retumbaban en toda la casa pero todos sabían el destino de aquel que desobedecía, mentía o fallaba a El Faraón, incluso el mismo muchacho conocía su sentencia, por eso ahogó sus gritos y cerró los ojos en espera de la muerte.
...
...
    Se disponían a seguir cuando el hombre se interpuso en su camino:
       –No puedo dejarles pasar sin autorización.
Hassan sacó su pistola y apuntó al hombre mientras decía:
       –Te parece esta una buena autorización.
       –Sí,sí claro –contestó el hombre según se apartaba.
Una tras otra fueron atravesando las motonaves apuntando con su arma a todo aquel que intentaba pararlo hasta llegar a la última, el Florency, donde se dirigió detrás del mostrador de recepción y volvió a apuntar de nuevo al muchacho que se encontraba allí mientras decía:
       –Si aprecias tu vida responderás a mis preguntas.
El muchacho tembloroso contestó:
       –Sí señor sí.
       –¿Vinieron ayer cuatro personas nuevas?
       –Sí,bueno,eran amigos de uno de los guías, se les dejó una habitación sin registrarse para que se ducharan un poco antes de salir a Abu-Simbel.
       –¿Había un egipcio entre ellos?
       –Sí, así es.
       –Y las chicas ¿Escuchaste el nombre de alguna?
       –Raquel, a una la llamaron Raquel.
       –Muchas gracias amigo, veo que aprecias tu vida.
    Nosotros llevábamos varios minutos parados a las afueras de las cuidad en espera de la caravana, algo que conseguía impacientarnos pues nuestras mentes, o por lo menos la mía, estaban más tranquilas si nos alejábamos de allí. Por suerte no tardó mucho en llegar e incorporarnos a ella.
    Hassan y sus hombres dejaron atrás al muchacho, sudoroso por el miedo, y fueron en busca de El Faraón. Cuando estaban llegando al jeep Jones apareció en el suyo conducido por él mismo, señal de estar desesperado, paró al lado de Hassan y le dijo bajándose:
       –Dime que tienes algo o arrasaré la ciudad hasta encontrarlos.
    Hassan dijo:
       –Ahora iba a buscarle para darle las nuevas noticias señor.
       –¿Los habéis encontrado?
       –Más o menos.
       –Explícate.
       –Estaban escondidos en las motonaves como turistas, pero ya han salido de la ciudad.
       –¿¿Qué??
       –Espere señor, sabemos dónde van...
...
...
    Mientras El Faraón venía de camino con todos sus hombres repartidos en cuatro jeep además del suyo, nosotros ya estábamos dentro del complejo de Abu-Simbel e íbamos rodeando, lo que parecían dos montañas, a marchas forzadas y prácticamente corriendo detrás de Ali y de los guías de otros grupos, todos con la misma obsesión, ver el amanecer en el lago Nasser. Llegamos a la valla que daba al lago y sin percatarnos ninguno que teníamos detrás nos quedamos embobados con aquel hermoso amanecer reflejado en el agua, a través de susurros le dije a Ali:
       –Vaya, tenías razón es hermoso.
       –Ah pero no era esto a lo que me refería –Contestó Ali.
       –Ah no –dije.
    Luis se dio la vuelta y quedándose paralizado dijo:
       –Oh, es increíble.
    Ali con una sonrisa dijo:
       –A eso me refería.

       –Al mirar a Luis vi en su cara una expresión de sorpresa y admiración a la vez que le mantenía, al igual que todo aquel que se volvía, con la boca abierta y los ojos a punto de salirse de sus órbitas. Cuando ves a alguien con esa expresión tu reacción es ver qué está mirando y así lo hice. Mi corazón se paralizó unas décimas de segundo y un escalofrió recorrió todo mi cuerpo, con la piel de gallina y los ojos encharcados de lagrimas contemplaba aquello sabiendo que nunca olvidaría aquella sensación, al ver por primera vez el gran templo de Ramses II iluminado por el sol naciente que lo hacía más espectacular aún. No estábamos seguros si había sido por verlo repentinamente o por su hermosura, pero todos quedamos maravillados. 

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